martes, 12 de junio de 2012

Manchas solares

Los astrónomos chinos ya las observaron hace centenares de años. También aparecen citadas en numerosos textos de investigadores de todos los países, desde la Grecia clásica a la Rusia del siglo XIV. Para que una mancha sea visible a simple vista, tiene que medir al menos 40.000 o 45.000 km de diámetro, y esto sucede una media de varias veces cada 11 años, aproximadamente.



Las manchas son fenómenos fotosféricos: zonas del disco solar que aparecen oscuras por ser menos calientes que las zonas circundantes. El gas de la mancha suele tener temperaturas de unos 4.000 K, frente a los 5.500 K del gas que la rodea. La mancha aparece oscura por contraste con la luminosa fotosfera circundante. En realidad, hasta la sombra de una mancha, es decir, su parte central más oscura, si estuviera aislada en el cielo nocturno brillaría más que la Luna llena.



Durante mucho tiempo se creyó que las manchas tenían forma de embudo, a causa del efecto Wilson: si una mancha circular con penumbra concéntrica a la sombra se acerca al borde del disco solar, se observa que la parte de la sombra más cercana al centro del disco mengua mucho más rápidamente respecto a la parte opuesta. Pero los análisis espectroscópicos y las imágenes por satélite han demostrado que se trata de un efecto óptico: las manchas tienden a tener una estructura bidimensional.


En la actualidad, después de muchos años de observaciones, los científicos han llegado a la conclusión de que las manchas solares siguen ciclos de once años , a lo largo de los cuales la cantidad de manchas solares pasa de un mínimo a un máximo.



En estos momentos nos encontramos en el ciclo 24º de manchas solares desde que se comenzaran a contar en el siglo XVII, y comenzó el 4 de enero de 2008, apareciendo una mancha solar con polaridad invertida en el disco del Sol, lo cual indicaba el inicio de ese ciclo solar, que terminará en 2018.

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