miércoles, 4 de agosto de 2010

La Vía Láctea y otras galaxias

Parecerá imposible, pero aunque las estrellas estén separadas años luz siguen en contacto, y no sólo eso, sino que están unidas entre sí por fuerzas gravitatorias que las arrastran en un movimiento rapidísimo y las agrupan en sistemas enormes, llamados galaxias. También el Sol, junto con otras estrellas, forma una galaxia, nuestra galaxia. En la antigüedad fue bautizada como Vía Láctea sin saber qué era, simplemente porque se veía en el cielo nocturno una franja de luz. Hoy sabemos que es el plano sobre el que se hallan la mayoría de las estrellas, las nebulosas y el polvo que giran alrededor del centro galáctico. Y como millones de de galaxias más, la nuestra también tiene una estructura que cada día conocemos mejor mediante la observación de otras galaxias y el desarrollo de nuevos métodos de análisis.

La cinemática estelar estudia este movimiento gracias a las aplicaciones de la espectroscopia. La Galaxia gira sobre sí misma a una velocidad radial de 220 km/s y realiza un giro completo en unos años. Como en las demás galaxias también nuestra rotación es diferencial: las estrellas cercanas al centro, que se mueven como un cuerpo sólido, rotan a mayor velocidad que las alejadas, presumiblemente siguiendo las leyes de Kepler. Pero hay más tipos de movimientos. Por ejemplo, el Sol se desplaza con su propio movimiento en dirección a la μ de Hércules, y este movimiento se superpone al general galáctico. Y como el Sol, el resto de los objetos de la Galaxia efectúa movimientos independientes: estrellas, nebulosas, cúmulos abiertos y cúmulos globulares.

A pesar de ver visible desde cualquier lugar de la Tierra, hasta que Galileo Galilei la observó con su telescopio nadie se había dado cuenta de que esa luminosidad difusa en realidad era la suma de millones de estrellas pequeñísimas.

William Herschel fue el primero en dar “cuerpo” a la Galaxia, pues al intentar comprender qué lugar ocupaba el Sol entre las estrellas realizó un mapa bidimensional del cielo que indicaba con claridad que las estrellas se distribuían de forma aplanada y que entre ellas también se hallaba el Sol. Sólo desde finales de los años veinte del siglo pasado se sabe con precisión que las estrellas de nuestro sistema suman miles de millones (entre 200.000 y 300.000), que el centro de la Galaxia se halla a unos 30.000 a.l del Sol en dirección a Sagitario y que esta presenta una estructura espiral en la que pueden distinguirse zonas menos pobladas de estrellas y zonas en las que se concentran las estrellas.

Se ha empezado a hablar de brazos de la espiral; de núcleo de la Galaxia, que se halla en la zona en la que nacen todos los brazos; de halo galáctico de forma esférica, que envuelve el disco de la Galaxia con estrellas muy antiguas y cúmulos globulares. El Sol está en posición periférica, y nosotros observamos la Galaxia desde su interior y la vemos proyectada en la esfera celeste.

Las observaciones de las galaxias en el espacio exterior a nuestro sistema estelar confirmar lo que se ha reconstruido sobre la Vía Láctea y validan la afirmación de que está en movimiento.

Ya en la antigüedad se establecieron numerosas hipótesis de qué sería esa franja de luz difusa en el cielo salpicada de estrellas: para los griegos era la leche que esparcía Era, madre de los dioses, y Galaxia, o mejor galàxias kùklos (círculo lácteo) fue el nombre que le dieron, y del que deriva Vía Láctea. En cambio, los chinos creyeron que se trataba de un Río Celeste, y así lo llamaron; en él nadaban miles de peces-estrella que, confundiendo la Luna creciente con un anzuelo, picaban, ascendían y desaparecían a medida que la Luna avanzaba. Pero las interpretaciones no acaban ahí. Los habitantes de Siberia, convencidos de que el cielo se había partido en dos en el pasado, pensaban que esa banda de luz era la soldadura que mantenía unidos los dos hemisferios.

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