Los observatorios astronómicos más antiguos, como el histórico de Greenwich, se hallan en las grandes ciudades, pero han quedado muy limitados a causa de la luz artificial. Por ello, los observatorios se han instalado en zonas cada vez más alejadas de las poblaciones y a altitudes elevadas, para eliminar al máximo las perturbaciones debidas a la atmósfera.
La observación del cielo es la profesión de muchos científicos y la pasión de numerosos aficionados a la Astronomía. Mientras en los observatorios la investigación avanza, sobre todo, a partir de la elaboración de datos recopilados en el espacio con instrumentos cada vez más potentes, los astrónomos aficionados se reúnen en asociaciones para intercambiar conocimientos.
Hasta hace poco tiempo, los instrumentos instalados en los observatorios eran propiedad de organismos nacionales y alcanzaban un máximo de 6 m de diámetro.
En la actualidad, en estos mismo observatorios o en nuevas zonas aún más aisladas, se construyen instrumentos cada vez mayores, gracias a las nuevas tecnologías y a la inversión de consorcios internacionales.
Así tenemos, por ejemplo, el ESO (European Southern Observatory), en Cerro La Silla, en el norte de Chile, a unos 2500 m sobre el nivel del mar; está financiado por varios países, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Suecia y Suiza, entre otros. En los centros utilizados por toda la comunidad internacional de investigadores se hallan los grandes radiotelescopios, que reciben y analizan las ondas de radio emitidas por objetos espaciales y satélites artificiales.
A la construcción de grandes instrumentos ópticos o acústicos se yuxtapone la realización de aparatos para ponerlos en órbita desde la atmósfera terrestre: estos registran la parte de radiaciones absorbida por la atmósfera de nuestro planeta (rayos infrarrojos, ultravioletas, X y γ, rayos cósmicos).
Además, ya casi nadie observa directamente el cielo, porque los astrónomos trabajan sobre todo con elaboraciones realizadas por ordenador o a partir de fotografías. La tradicional “vigilancia” del cielo ha quedado en manos de los aficionados a la astronomía, quienes a menudo identifican nuevos cuerpos del sistema solar.
Los lugares y las ocasiones en que los aficionados pueden ampliar sus conocimientos, mejorar las técnicas de observación y discutir los resultados son numerosos.
Fuente: Atlas ilustrado del Cielo
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