lunes, 2 de agosto de 2010

Mercurio

Es el planeta más cercano al Sol, el más denso después de la Tierra y el más pequeño (a excepción de Plutón). También es el planeta donde la amplitud térmica entre el día y la noche es más relevante: 550º C de media. Pasa de un mediodía realmente infernal (427º C) a una medianoche de congelación (-123ºC). Todo ello en poco más de 500 horas: el día más largo de sistema solar.


Mercurio es un planeta especial y, en muchos aspectos, un auténtico secreto. A causa de la cercanía con el Sol, resulta muy difícil observarlo desde la Tierra. Disto unos 43 millones de kilómetros de nuestra estrella y se aleja hasta un máximo de 28º del borde solar. Por ello, desde la Tierra sólo puede verse Mercurio al alba o al ocaso. También presenta un movimiento de traslación muy rápido (de otra forma ya habría resultado tragado por el Sol): realiza un recorrido completo en sólo 88 días. Por tanto, sólo puede observarse unos pocos días seguidos y luego desaparece. Además, desde la Tierra, como en el caso de la Luna y Venus, se aprecian fases de Mercurio con la ayuda de unos prismáticos o un telescopio, aunque puede resultar peligroso para la vista, y hay que procurar a toda costa no enfocar directamente al Sol.

Además de la escasa información recopilada con extrema paciencia por los astrónomos del pasado (Mercurio se conoce desde la Antigüedad), tenemos muchísimos datos gracias a las exploraciones de las sondas espaciales. En particular, en 1974 se acercó al planeta la Mariner 10, una sonda estadounidense que se aproximó hasta unos centenares de kilómetros; cubrió el 40% de la superficie, de la que envió unas 6000 fotografías. Fue la primera vez que pudo observarse “de cerca” la desolada panorámica de Mercurio, sometido a una fortísima radiación solar. Mercurio gira sobre sí mismo (día sideral) en 58.65 días terrestres, pero para que el Sol vuelva al mismo punto de la superficie se necesitan 176 días terrestres: en ese período el planeta gira dos veces en torno al Sol. Esta lenta rotación expone al Sol el mismo hemisferio durante largos períodos: quemado a más de 430ºC, Mercurio se enfría en sus largas noches hasta los 135ºC bajo cero (si se halla en el afelio, llega hasta -180ºC). Esta diferencia térmica es la más elevada de todo el sistema solar: una diferencia media de 500ºC entre la noche y el día. Ello se debe en parte a la ausencia de atmósfera: flagelado por el viento solar, con una gravedad baja –es el planeta menor del sistema, a excepción de Plutón-, Mercurio está envuelto en un velo gaseoso formado principalmente por helio. Las partículas α (núcleos de helio), que constituyen la parte más densa del viento solar, son capturadas sin interrupción y después dispersadas por el planeta.


Mercurio tiene muchos puntos en común con la Luna: por su composición se ha visto castigado por los meteoritos capturados por el Sol y está literalmente cubierto de cráteres. Las zonas de las llanuras son muy similares a las cuencas lunares, presumiblemente también producidas por coladas de lava. La formación más relevante en Mercurio es la cuenca Caloris, un cráter de casi 1400 km de amplitud y 9 km de profundidad, rodeado por relieves de meteorito hace más de 3500 millones de años. La violentísima colisión pudo haber partido el planeta: en las antípodas de la cuenca Caloris se observa una densa red de fracturas que, con toda probabilidad, son respuesta al impacto.
Sobre la estructura interna sólo pueden lanzarse hipótesis: en función de la presencia de un débil campo magnético y una elevadísima densidad (es la más alta, después de la Tierra), se cree que Mercurio posee un núcleo de hierro de 3600 km de diámetro (equivalente a un 80% del diámetro de todo el planeta). Mercurio carece de satélites.




Fuente: Atlas ilustrado del Cielo

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